Comprobado está que el agua y el aceite no se mezclan. Quizá al agitar ambas sustancias nos engañamos momentáneamente y creamos que se han integrado hasta llegar a ser una misma, o mejor dicho, una mezcla heterogénea. Pero al paso de algunos segundos, volveremos a ver su separación. Algo semejante ocurre con la Orientación y tutoría y la orientación religiosa, que se imparte en algunos colegios de Guadalajara.

Recuerda usted que desde 2006 el Plan de Estudios de Educación Secundaría incluye la materia de Orientación y tutoría, a partir de la identificación de una serie de problemáticas evidentes en la población estudiantil: deserción escolar, embarazos no deseados, delincuencia juvenil, drogadicción, pandillerismo, desafió a las figuras de autoridad, práctica nula de los valores, disminución del desempeño escolar, desinterés por lo que ocurre en su entorno inmediato y por lo social en general, aumento del índice de indisciplina, baja autoestima, anorexia y bulimia en chicos y chicas, falta de proyecto de vida, entre otros (de seguro usted tiene en mente un listado mayor que éste y sé de antemano que me dará la razón). La Secretaría de Educación sugiere una hora a la semana para impartir la materia, que no es objeto de evaluación ni calificación alguna, lo cual no es una idea descabellada, sino razonable. Si partimos de que los resultados de dichas sesiones semanales deberán tener impacto en la vida del estudiante y, por ende, en el resto de materias que cursa, también debemos contemplar que se trata de una formación integral que parte del desarrollo humano, que busca la aceptación y reconocimiento de sí mismo, el apuntalamiento del proceso enseñanza-aprendizaje, la mejora en los procesos de socialización e incita el respeto por la diversidad partiendo de la convivencia en las aulas y en la institución educativa.

Después de cuatro años, en la mayoría de los colegios se ha pasado de la efervescencia a la indefinición, porque estas instituciones decidieron aprovechar la misma hora a la semana para impartir una mezcla ambigua de orientación y tutoría cargada de orientación religiosa. A pesar de que dichos centros educativos ensalzan su vocación religiosa, no han sido capaces de tomarse un tiempo para entender cabalmente qué es la Orientación y tutoría.

Como reacción a esta situación, algunos profesores que integran las academias de esta asignatura han sido participes de confrontaciones con la cabeza de la institución o con el grupo religioso que se encarga de regentear la educación. Aunque la academia tiene clara su vocación, hacerla valer es un riesgo que no todos pueden correr.

De acuerdo a los lineamientos para la formación y la atención de los adolescentes que ofrece la Secretaría de Educación Pública, “la tutoría es un espacio curricular de acompañamiento, gestión y orientación grupal, coordinado por una maestra o un maestro, quien contribuye al desarrollo social, afectivo, cognitivo y académico de los alumnos así como a su formación integral y a la elaboración de un proyecto de vida”.

Mientras que en la visión y misión educativas, grabadas con letras doradas y colocadas de manera visible para cualquier visitante a estas escuelas particulares, se leen los siguientes postulados:

  • formar lideres;
    • generar caminos de humanización;
    • preparar alumnos competentes;
    • formar personas integras y virtuosas;
    • desarrollar la inteligencia;
    • Promover el uso adecuado de la razón.

Dichos postulados encajan bien al llevar a la práctica la Orientación y tutoría como tal, el problema es que los ámbitos de intervención vinculados al desarrollo integral de los adolescentes en los que debe incidir un tutor son:

  1. La inserción de los estudiantes en la dinámica de la escuela.
    2. El seguimiento al proceso académico de los estudiantes.
    3. La convivencia en el aula y en la escuela.
    4. Orientación académica y para la vida.

Los menesteres de la orientación religiosa no tienen cabida ni en la definición de la Orientación y tutoría y, desde luego, tampoco se encuentran vinculados con los ámbitos de intervención de un tutor, porque la orientación religiosa maneja aspectos ligados con la fe, la espiritualidad, los lineamientos que la iglesia estipula deben seguir los creyentes.

Puedo visualizar la confusión desde el momento en que se desea que los adolescentes sean personas de bien, entendiéndose que sean personas que vivan de acuerdo a las normas religiosas y no de acuerdo a lo que algunos personajes de moda (líderes negativos) invitan a practicar. Pero, si este es el problema, basta con preocuparse de la formación del criterio, sin cerrar los ojos a la realidad y circunstancia de vida cotidiana de cada alumno o alumna, lo cual implica hablar de:

  • La actividad sexual en los adolescentes;
    • El uso de anticonceptivos;
    • El reconocimiento de su sexualidad y de su cuerpo en general;
    • La renovación del concepto “familia” en la actualidad;
    • La diversidad sexual;
    • Los cambios y exigencias sociales de acuerdo al género;
    • Las demandas actuales en el ámbito laboral;
    • La formación de un criterio propio;
    • La posibilidad de no tener un conocimiento limitado;
    • El uso de cualquier tipo de droga;
    • La libertad de decidir.

Al dejar estos cabos sueltos, se ignora por completo las necesidades reales del adolescente, sus inquietudes, prácticas y hábitos que, en la mayoría de los casos, entorpecen su desempeño escolar y posponen su realización personal. Yo creo en la Orientación y tutoría y en su importancia, sé que el trabajo en las aulas de manera colegiada y su valorización dará como resultado alumnos que centren su atención en sus objetivos a corto, mediano y largo plazo, para cumplir con su proyecto de vida. Moraleja: el agua y el aceite nunca se integran, tampoco debe hacerlo la Orientación y tutoría con la religión.

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