El pasado 29 de mayo de 2014 tuvimos una entrevista vía telefónica con Luis Miguel Estrada Orozco, autor de Alain Prost, recopilación de cuentos que lo hizo merecedor del Premio Nacional de Cuento Agustín Yáñez 2013. Por estas fechas, aunque se encuentra de vacaciones en su natal Morelia, Michoacán, ha estado promoviendo su libro y haciendo investigaciones para su doctorado. Esto es lo que el autor nos platicó.
Entrevistador: Cuéntanos un poco de tu obra.
Autor: Empecé publicando en formato de libros aquí en Morelia por el año de 2006, en una editorial local de libros con un corte más bien artesanal. El primero fue Nueve relatos y una opinión y el segundo, Cuentos de Juan y Juan. Creo que en esta época estaba buscando, más bien haciendo una exploración hacia lo que estaba tratando de escribir y por ello fueron libros heterogéneos. Posteriormente, en el 2008, publiqué Colisiones con la Universidad de Guadalajara a raíz del premio Juan José Arreola; y finalmente, Alain Prost en Ediciones Arlequín en 2013, que fue premiado con el Premio Nacional de Cuento Agustín Yáñez.
E: ¿Cuáles son las temáticas que exploras?
A: Fíjate que todavía este tema de la temática a mí me sigue alzando un poco de escozor o de no sé, no lo puedo definir tan fácil como lo podría definir a uno un lector. Quiero decir con esto que los temas que tomé, por ejemplo, en Colisiones y Alain Prost, un par de libros que son más reflexionados, no son nada heterogéneos. Colisiones tiene mucho elemento fantástico, la literatura con ese corte me gusta mucho, por ello trato de incluirla en lo que yo hago y todavía tenía algunos cuentos que buscaban hacer ciertas exploraciones sobre el arte. En Alain Prost tengo ciertos cuentos que tienen alguna cuestión que, tal vez si se pusieran en conjunto, sería la nostalgia, que es un tema que atraviesa todos los cuentos. Creo que cada libro se para por sí solo, se define. Va a sonar muy elemental, pero la temática que exploro es la que en ese momento me esté moviendo. En Colisiones algunas cuestiones acerca del arte y de la fantasía de los rompimientos de la realidad, y en Alain Prost algunos tipos de remembranzas sobre mundos perdidos, la infancia, personas que murieron, etcétera.
E: ¿Qué tanto hay de verdad y de ficción en Alain Prost?
A: Yo creo que hay tanto de verdad y de ficción como en las propias anécdotas que uno cuenta. Por ejemplo, el cuento que abre, «Atardece el lago sobre un niño», se ubica en el lago de Pátzcuaro, aquí en Michoacán. Es un lago que conozco desde hace muchos años y al que efectivamente yo fui en un viaje más o menos similar con varias personas, pero todo lo demás no tiene que ver. En el cuento de «Alain Prost» muchos de los elementos de la infancia del personaje que habla son elementos de las vivencias con mis hermanos. «Clint Eastwood» habla sobre un tío mío. Básicamente se trata de tomar un elemento vivencial y después convertirlo en algo que sea legible, que sea un cuento. De biográfico, todo lo que escribo tiene bastante. Hace poco platicaba con un amigo y decía que escribir biográficamente es imposible, aunque al lector se le dificulte creerlo o uno lo enmascare para que no lo parezca. En los cuentos que yo escribo es más claro, pero las personas que me han conocido entienden dónde se encuentra ese elemento autobiográfico.
E: En tus historias ¿prefieres desarrollar los temas que te agradan o los que detestas?
A: Un poco de ambos. Creo que Nietzsche decía que nada más se recuerda lo que causó dolor, y algo de eso tiene que ver con la literatura como la escribo. Se recuerdan cosas dolorosas, pero no por dolorosas son desagradables, a lo mejor esa sería la respuesta a esta pregunta. Hay cosas que me apasionan, como el boxeo, pero me siento un poco incapaz de escribir una novela de boxeo. En Alain Prost hay un cuento que empieza a coquetear con eso, mas una novela no sé si la trataría de hacer. Sin embargo, siempre traduzco mis gustos en lo que escribo.
E: ¿Por qué la mayoría de tus personajes son jóvenes, qué perfil prefieres?
A: Es una cuestión de lo que está editado y lo que está editado no es lo único que uno escribe. Los personajes de Alain Prost oscilan en la treintena y van hacia atrás. Tengo algunos otros cuentos que aún no han salido en los que los personajes son mujeres, niños y también tienen mucha más edad que yo. Quizá lo que no he conseguido es que esto se publique. La relación de los textos que tengo refleja la cuestión autobiográfica. En Alain Prost, particularmente, los personajes tenían una edad más o menos parecida a la mía. Tengo también unos cuentos con voz femenina que me encantaría publicar.
E: ¿Por qué escribir cuentos en lugar de novelas? ¿Cuál es el encanto del cuento para ti?
A: Te voy a contestar como George Shivers, dice él que «cuando se está en la antesala de la muerte, no se tiene tiempo para contarse una novela, sino para contarse un cuento». El encanto del cuento es la brevedad, que la brevedad es una cuestión que pongo entre paréntesis, porque brevedad para mí siguen siendo abajo de cien páginas. Y esta cualidad que tiene el cuento que es muy milimétrica, muy, muy, muy milimétrica. Tengo también un par de novelas en el cajón buscando publicación y es un ritmo completamente diferente, es un ritmo, muy, muy, muy distinto. El encanto del cuento es su brevedad y es su intensidad también. El cuento, creo yo —es algo personal, una apreciación mía—, contesta una emoción, un pensamiento. El cuento está sumamente condensado, la novela es una exploración profunda, a lo mejor ese es el encanto. Y también la idea de que hay historias que vale la pena contar por sí mismas, no formar parte de una gran historia, no formar este drama de una historia principal, sino ser cosas que vale la pena contar por sí mismas. Además hay una relación muy interesante con la oralidad del cuento, que puede ser dicha por una anécdota de alguna persona, que no te toma más de quince o treinta minutos contarla —acaso si es una gran anécdota, un poco más, pero regularmente nos manejamos en eso—. Oralmente contamos cuentos, contamos historias, buscamos un efecto y, sobre todo, buscamos una condensación y algún tipo de claridad, eso es lo que yo veo en el cuento.
E: ¿Qué significa para ti ser ganador del Premio Nacional de Cuento Agustín Yáñez?
A: Creo que los premios significan, para casi todos los que ganan, primero el estímulo económico. Porque, bien que mal, uno crea sus hábitos burgueses, como comer tres veces al día o pagar una renta y todo eso. Claro, un apoyo económico de esa dimensión soluciona un par de problemas y por supuesto hace que uno continúe trabajando en esto. En mi caso, yo lo hacía desde mucho antes de que me dieran un peso y lo sigo haciendo, pero ese estímulo económico compra tiempo, eso es seguro. Cuando gané el Arreola, me compró suficiente tiempo como para hacer una maestría en Puebla. Cuando gané el Yáñez, me compró suficiente tiempo para ir a hacer un doctorado a Estados Unidos. Es un impulso que bien aprovechado te lleva a buenos lugares. Hay muchos premios en México, eso es cierto. Pero también es cierto que a veces un libro que se presenta con un premio de por medio puede ser un poco más afortunado en el sentido de abrir puertas. Es un libro que se para por sí solo, más allá del autor. Y a mí sí me parece importante que los libros se paren por sí mismos, más allá de un autor.
E: Cuéntanos un poco sobre ti, ¿significa algo haber nacido en la década de los ochenta?
A: Creo que no es algo a lo que le haya dedicado mucho tiempo de pensar, por mi asunto de estar en contabilidad y haber egresado de ahí, haber trabajado en ello. Este tipo de cuestiones como de pensar en el mundillo, no me pasaban mucho por la cabeza. Entiendo que hay cuestiones de identidad que diferentes autores de los años sesenta, setenta u ochenta pueden identificar, pero yo no sé si para mí realmente represente algo. Lo único que representa es que tengo treinta años y que todas las estupideces que hice de joven no las publiqué en Facebook. Fuera de eso no creo que represente algo, y si es así, no lo he reflexionado. Pero si esto se traduce a la literatura, qué mejor. Lo que uno escribe habla mucho más de lo que uno dice. Lo comenté en Guadalajara cuando estuvimos en la FIL, que muchos, perdón, todos los cuentos de Flor de juegos antiguos de Agustín Yáñez tienen que ver con un pasado que, cuando yo lo describí, esos juegos tenían al menos ochenta o noventa años de estarse ejecutando, de que los niños los hacían. Y te digo, al menos eso porque es la reflexión que tengo del libro, pero seguramente son mucho más viejos que él. Un poco de esa nostalgia de la que te hablaba que tiene que ver con ese cuento que se llama «Alain Prost» es eso, pensar que todo lo que nutrió mi infancia a lo mejor en un par de generaciones, y actualmente, ya se perdió. Tengo un hermano menor que tiene 15 años y a él todo eso, lo que está en ese cuento, le es absolutamente ajeno, no tiene la menor noción de eso. A lo mejor es lo que yo me he puesto a reflexionar sobre haber nacido en los ochenta: la velocidad con la que se pierden las cosas. Celebramos quizá mucho lo que se gana, pero también asusta un poco que con la velocidad con la que se ganan, con la que se conquistan terrenos, también se pierden.
E: Si no fueses tú mismo, ¿quién te gustaría ser?
A: Qué buena pregunta, ¿eh? Alguna vez Joaquín Sabina, el cantante español, dijo que si no hubiera sido músico, habría sido torero. Yo en lo particular creo que me dedicaría a practicar algún deporte de contacto, boxeador. Pero sé que hubiera sido un fracaso en eso, pues no soy tan disciplinado con mi cuerpo.
E: ¿Cuál es tu pasatiempo favorito?
A: Antes podía decir que la lectura, antes de que me dedicara tan en serio a escribir y a investigar y a todo esto, trabajaba de contador público, que fue mi licenciatura. Entonces, la lectura y la escritura seguían siendo un pasatiempo. Luego, cuando gané el premio Arreola en el 2008, me fui a hacer una maestría y empecé a publicar, no sé si añadir con seriedad, mas comencé a tomarme la literatura como un camino. Luego llegó un momento entre 2009 en que el box, un deporte que siempre me ha interesado mucho, era como uno de mis grandes pasatiempos y este año 2014 salió un libro de crónicas de boxeo que publiqué en D.F. Ahorita estoy trabajando en Cincinnati en una disertación acerca de boxeo y literatura mexicana. Los pasatiempos dejaron de ser pasatiempos y se convirtieron en cosas vivenciales. Entonces, pasatiempos pasatiempos, cada vez me quedan menos, lo cual me da mucho gusto, porque cada uno se ha ido incorporando a mi vida de una manera más intensa. Pasatiempos que me queden: ver películas a manos llenas y tratar de practicar deportes de contacto. Un tiempo practiqué aikido y taekwondo de una manera muy sencilla, sin buscar cintas, y en Cincinnati un tiempo practico boxeo, creo que este tipo de pasatiempos es lo que me mantiene activo.
E: ¿Cuál es tu frase favorita?
A: De las que no se me habían ocurrido, un amigo, mientras hacíamos investigación hace unos días, comentó una frase que me gustó mucho: «Los pesimistas se llevan pocas sorpresas en la vida. Pero las sorpresas que se llevan son gratis y son buenas». Esto va un poco de la mano con el eterno pecado de la insatisfacción y de esperar un poco lo peor. Esa frase me gustó porque también conlleva eso de prepararse para lo peor: si eres pesimista, estás preparado, llega lo mejor y las sorpresas son pocas, son grandes, pero son buenas.
E: ¿Cuáles son los escritores que te influenciaron de buena y mala manera?
A: De mala manera, no lo recuerdo. Son como las malas relaciones: uno prefiere pensar que nunca las tuvo, recuerdas todos los errores pero tratas de no recordar los nombres. Los escritores que me influenciaron de buena manera, cuando estaba joven, chavín, por ahí entre los siete y los catorce, escritores muy clásicos. Julio Vern: Miguel Strogoff me encantaba, Viaje al centro de la tierra. El último de los mohicanos, Sinbad el marino que es un libro que hasta la fecha yo atesoro, claro, es una parte de Las mil y una noches, pero en ese momento, cuando yo lo conocí, pues me parecía como que era un libro y sólo lo veía como un libro. Ya a los catorce años, Kafka. A alguien se le ocurrió darme La metamorfosis, que me hizo efectos muy perdurables. Edgar Allan Poe. Ya más grande, empecé a buscar mis autores, mis influencias, recuerdo que en un momento Manuel Puig y Guillermo Cabrero Infante me volaron la tapa de los sesos. Hace poco estuve leyendo algunos escritores en lengua inglesa que me parecen fenomenales, por ejemplo, ahorita que yo pudiera pensar como influencias actuales: Joseph Conrad, es un tipo de muchos años, que tengo leyendo desde hace cuatro; Ernest Hemingway, que me parece un escritor esencial como William Faulkner. Se me ocurren pocos. Marcel Proust, también. En su momento me impactó muchísimo, creo que he tratado de buscar unos elementos de él en lo que escribo, sobre todo porque me gusta mucho el tema de la memoria. Todas mis referencias son más o menos clásicas, porque en caso de duda acudo a un autor clásico; con los autores contemporáneos tengo… no me doy cuenta del impacto que causan. En caso de duda cuando estoy escribiendo, corro a Chéjov y Gógol. Hace poco, muy poco, leí a Victor Hugo, Los Miserables y me pregunté muy seriamente «¿qué estaba haciendo yo antes de sentarme a leer esto?».
E: Por último, ¿qué autores recomiendas leer y por qué?
A: Creo que hay mucho aprendizaje en autores clásicos. En caso de duda, para recomendar, si un libro ya superó los cincuenta años, visítalo. Diría por ejemplo Joseph Conrad, Victor Hugo, Chéjov, Gógol, Herman Melville, buscaría eso. Si alguien pensara en cómo diablos escribir prosa e introducir diálogos, pues a leer teatro. Si alguien tiene una prosa pobre, poesía. Depende. ¿Qué recomendaría yo? Lo que más bien me ha hecho, autores como los que comenté.
Karim Moreno