El lunes 28 de abril parecía un lugar común, también una resistencia que viene después del domingo ante este manojo de 24 horas entre la luz y la sombra de la rotación terrestre. Por la tarde, abriendo paso entre el horario reajustado, se acercaba el comienzo de la presentación de La señora Rodríguez y otros mundos, reeditada por Ediciones Arlequín con apoyo de Conaculta y el Instituto Nacional de Bellas Artes en autoría de Martha Cerda en el Museo de la Ciudad, aquí en la Perla Tapatía. En el 684 de la calle Independencia se teñía de tonos grisáceos en el claroscuro que vuelve más estrecho y acogedor el lugar.
Comienzo a creer que además del tiempo, el movimiento también es relativo, pues en un pestañeo el recinto donde transcurrió el evento se llenó de personas y representantes de algunos medios de comunicación. Ignacio Bonilla, organizador y presentador, dio principio a la función con unas palabras para el público asistente, dejando entrever sus gratas memorias y aspectos sobre su relación con la señora Martha.
Posteriormente, Sara Velazco presentó un texto vinculado a la novela, con tintes híbridos de cuento y crónica, que desmenuzó poco a poco la experiencia, las transformaciones que hay dentro de eso que llamamos vida, el ciclo interminable del cambio, personas y sentimientos que van y vienen con el pretexto de estar inmersos en la atmosfera que gira alrededor de la figura mítica de una mujer como la señora Rodríguez y se quedan impregnados en nuestra mente como recuerdo. Además hizo compaginación de sus vivencias al lado de la autora, tanto personales como en el ámbito literario, denotando que comparten esta pasión por la letra.
Ya casi para culminar y con una participación extensa, Graciela Fernández platicó algunas anotaciones acerca de la obra, donde señalaba su sorpresa por la forma de exponer ideas de Martha Cerda, como la introyección, la moral, el humor negro mexicano y los roles que dan una identidad, no sólo a la obra, sino a su personaje protagónico y que alternan con historias completamente desenchufadas sobre los estratos sociales del país, luego leyó algunos fragmentos, es que “uno nunca sabe”, o nunca termina de saber, como dice el personaje de la señora Rodríguez.
Y al final, con la noche y las demás mujeres reinando en esta parte del globo terráqueo, donde no vive la reina de Inglaterra, entre un clima cálido, preguntas de los asistentes, lectura del primer capítulo, los cuadros que adornaban el lugar, las cámaras, los asientos, un piano cobijado con una manta color tinto, la degustación de vinos y bocadillos, los dinosaurios de la historia que aparece en el libro, las fotografías, comentarios, abrazos, risas, besos, la firma de autógrafos aderezada por el obsequio y la venta de libros en el stand de Arlequín, la señora Rodríguez junto a los otros variados mundos dio un salto al nuevo siglo, donde los gadgets, los contenidos electrónicos y el planeta Safari o Chrome, dependiendo de tu sistema operativo, son el beat de mente de cada día.
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